domingo, 21 de octubre de 2018

Atrapando la ola


A la espera de un punto de destrucción creativa

Oficialmente, cualquier alto ejecutivo de las actuales industrias de la informática, electrónica de consumo y telecomunicaciones proclama hoy en día que su empresa está a la cabeza de la carrera hacia la simplicidad. Pero ¿son esas declaraciones justificadas? En teoría, afirma Ray Lane, un inversionista en capital de riesgo, la compañía en mejores condiciones para ofrecer simplicidad debería ser Microsoft. Controla prácticamente todas las PC y las laptos del mundo (aunque sólo algunas porciones más pequeñas de teléfonos móviles, computadoras de mano y servidores), por lo que si su software se volviera más sencillo, todo lo demás también lo haría. La amarga ironía, comenta Lane, es que Microsoft es una de las compañías con menor probabilidad de realizar avances en simplificación. “No puede devorarse a sí misma”, señala Lane. “Se enfrenta al dilema”.


¿Y cuál es el dilema? En estos días, cada vez que alguien menciona esa palabra, inmediatamente se comprende la referencia al libro The Innovator`s Dilema, de Clayton Christensen, un profesor de la Harvard Business School, que desde entonces lo ha continuado con una segunda parte Innovator`s Solution. Dicho rápidamente, el dilema es el siguiente: las empresas que tienen éxito durante una generación de innovaciones casi inevitablemente se hallan paralizadas por su propio éxito y así condenadas a salir perdiendo en la nueva ola de innovación. De la misma manera en que “desestabilizaron” a las líderes, son a sus vez desestabilizadas por las pioneras de la siguiente.
Para explicar la manera en que esto sucede, Christensen distingue dos tipos de innovación. La primera es la innovación “sostenida”. Ésta es aquella en la que están comprometidas las firmas titulares con el fin de vender productos siempre mejores y más rentables a sus clientes más atractivos y exigentes. Un ejemplo podría ser Microsoft cuando añade más funciones a Word, a Excell y a Power Point. Si son desafíos por advenedizos, los titulares casi siempre prevalecen. En algún punto, sin embargo, la tecnología incurre en un “exceso”, en el cual los usuarios ya no tienen más apetito de lujos adicionales y la innovación sostenida conduce a una abrumadora complejidad.
Es en ese punto, según Christensen, donde el segundo tipo de innovación, el “desestabilizador”, se vuelve posible. Las tecnologías desestabilizadoras apuntan a consumidores menos exigentes del mercado actual, o incluso a mercados totalmente nuevos de “no consumidores”, al ofrecer algo más simple o barato, o ambas cosas a la vez. Un ejemplo de la tecnología desestabilizadora que es más barata pero no necesariamente más sencilla es Linux, un sistema operativo de código abierto que está tomando parte de la participación del mercado de Unix y Windows. Y en las batallas de tecnologías desestabilizadoras, sostiene Christensen, los recién llegados a la industria casi invariablemente “aplastan a los titulares”.
Una de las razones es la asimetría en los incentivos financieros. Un desestabilizador podría ver en un millón de “no consumidores” una gigantesca oportunidad, mientras que el incumbente ve sólo una gota en el océano. Al principio, además, el jugador establecido encontrará un cierto placer al ser desestabilizado, debido a que probablemente los primeros desertores sean consumidores menos rentables. A medida que sus propios márgenes de ganancia mejoren, el jugador establecido se verá tentado a ignorar la competencia. El desestabilizador hace ahora sus propias innovaciones sostenidas hasta que su tecnología se vuelve “lo suficientemente buena” como para tomar el control del mercado original, momento en el que el jugador establecido es herido de muerte.
Otro de los motivos por los cuales los recién llegados prevalecen consiste en un cierto malestar cultural que se contagia a los jugadores establecidos. Las compañías grandes y exitosas están organizadas por divisiones de productos, cuyos administradores estarán muy atentos a las ofertas de sus rivales conocidos para asegurarse de que sus propios productos mantengan su novedad. A los desestabilizadores, sin embargo, no les importa los productos. Observan a la gente común, en especial a los “no consumidores”, para saber cuáles son los trabajos que intentan llevar a cabo. En la actualidad, por ejemplo, Microsoft podría encontrar consuelo en el hecho de que Excell posee más funciones que cualquier otro programa para hojas de cálculo, mientras que un desestabilizador potencial podría fijarse en el hecho de que la gente se desespera cuando intenta transferir archivos desde una computadora vieja a una nueva.
Por lo tanto, la tecnología ha avanzado históricamente en olas de desestabilización. La compañía original Bell (el ancestro de gigantes modernos, como AT&T, SBC, Verizon y Lucent) comenzó a fines del siglo XIX como un desestabilizador de Western Unión. Por esos años, las señales de teléfono podían viajar por tan sólo 4,8 kilómetros, mientras que los telégrafos de Western Unión podían cubrir largas distancias. Bell empezó apuntando al mercado local, pero con el tiempo mejoró su tecnología e ingreso al mercado de larga distancia, volviendo obsoleto el telégrafo.
Sony se hizo famosa como un desestabilizador serial, empezando en los años 50, cuando sus radios transistores atravesaron los criterios radiales existentes hasta el momento, las válvulas termoiónicas, y a los jugadores establecidos de esa tecnología, RCA. En los años 70 y 80, Xerox fue la establecida de las fotocopiadoras, rechazando los desafíos “sostenidos” de IBM y Kodak de hacer mejores copiadoras para el sector de mayor poder adquisitivo del mercado, antes de sucumbir a la desestabilización producida por simples y baratas copiadoras de mesa Canon. IBM, a su vez, fue la establecida en mainframes y resistió los ataques “sostenidos” de General Electric, RCA Y AT&T, hasta que las mainframes fueron desestabilizadas por las PC y por firmas como Microsoft, Intel y Dell. Y así sucesivamente.

¿Quién sigue?

¿En qué situación deja esto a las industrias de la informática, electrónica de consumo y telecomunicaciones hoy en día? Muchos de sus productos actuales han sobrepasado por mucho las necesidades de las empresas y de los consumidores, y aún así han fracasado en ayudarlos a llevar cabo labores esenciales. Por otra parte, miles de millones de analógicos se convertirán, con el tiempo, en “inmigrantes digitales”, ya sea por temor al aislamiento social en los países ricos, o bien en los países en desarrollo, como la India y China, porque serán capaces de pagarlo. Estos “no consumidores” actuales son la próxima frontera de la tecnología.
Para las empresas que compran informática, durante los últimos años se ha vuelto evidente que su habilidad para “cumplir con los trabajos de manera eficiente” ya no tiene que ver con la potencia y la complejidad de sus computadoras. Por el contrario, están entendiendo cada vez más que la forma simple de estar al tanto de sus clientes, cuentas, inventarios, etc., consiste en alquilar esos servicios por una cuota mensual. Esto sugiere que los proveedores de servicios de aplicación (ASP, por sus siglas en ingles), como Salesforce.com, tanto en sus modelos empresariales como en sus tecnologías, podrían convertirse en simplificadores desestabilizantes a expensas de los actuales gigantes de empresas de software.
Para los consumidores, cada vez está mas claro que copiar con sobrecarga de información es una gran “labor pendiente”. Google ya ha obrado en base a esa observación al desestabilizar a varios de los anticuados titulares de guías telefónicas, como las  Páginas Amarillas. Luego de ponerse a la cabeza con sus propias mejoras sostenidas, Google (o cualquier empresa como ella) tiene la oportunidad de convertirse en un simplificador desestabilizante a expensas de jugadores establecidos, como Microsoft, el cual no permite a los consumidores guardar información en base a su contenido a través de todas las aplicaciones, haciendo que sea más difícil llegar a ella. En las telecomunicaciones, los teléfonos móviles han estado por años desestabilizando a los proveedores de líneas fijas, pero actualmente están ellos mismos en peligro de excederse. Capgemini, una consultora, ha descubierto que la mayoría de los operadores de teléfonos móviles sobreestiman inmensamente la importancia que los consumidores depositan en los servicios Premium, al mismo tiempo que subestiman enormemente la importancia de la simplicidad, tanto en auriculares como en planes tarifarios. Esto está abriéndoles la puerta a desestabilizadores como Comviq, en Suecia, que le ha sacado el 39% de las acciones del mercado establecido, Telia, al ofrecer la mitad de funciones de los auriculares y planes tarifarios radicalmente más sencillos.
Las compañías de teléfonos inalámbricos y de líneas fijas pueden volverse simultáneamente vulnerables a los nuevos proveedores de telefonía de Internet o VOIP, como Skype y Vonage, o las compañías de conexiones de redes, como Cisco (en especial cuando el acceso rápido e inalámbrico a Internet se ha vuelto omnipresente y totalmente confiable). La desestabilización podría ser especialmente grave si los advenedizos no sólo logran que las llamadas sean muy baratas o gratuitas, sino también encuentran manera de ayudar a los consumidores con otras actividades, como simplificar por entero sus comunicaciones o satisfacer sus necesidades de privacidad.
Para los titulares, ésta debería ser una razón que justifique la paranoia, pero no es necesario ser fatalista. Si juegan bien sus cartas, ellos también pueden ser parte del juego de la desestabilización (como, por ejemplo, AT&T está tratando de retirarse del mercado de la telefonía residencial al mismo tiempo que publicita enérgicamente sus propios servicio VOIP). La clave consistirá en apuntar a la simplicidad y a la viabilidad financiera.
Entretanto, todos los demás tienen razones para el optimismo. Muchas de las cosas que hoy son complejas se volverán más simples en los próximos años. Al igual que otras tecnologías de la historia, la informática y las telecomunicaciones parecen destinadas a retirarse gradualmente al segundo plano de la actividad humana, dejando más tiempo y energía para seguir adelante con las infinitas complejidades de los negocios, y de la vida en general[1].



[1] Clayton Christensen. (2003). El futuro de la tecnología. The Economist. Enciclopedia finanzas y negocios. El Nacional.









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